Todo en ese día llamaba al reposo. La noche había acabo y los últimos invitados salían a la calle en busca de su coche o de la parada de autobús más cercana.
Todo estaba en calma. Los pájaros todavía no alegraban el amanecer con sus historias y las personas todavía descansaban o empezaban a descansar tras estos tres días de festejos.
Es verdad que nadie se esperaba que todo acabase así. Cinco años de odio, de guerras, de matanzas por una idiotez resueltos por una mirada al cielo.
Allí estaba él, bajando de su nave espacial, tranquilamente. El que dábamos por muerto. El que tenía en su posesión la solución a tantas tristezas. Levantó su mano, enseño el mando que encerraba y presionó su único botón. De la nave cinco cañones dispararon al cielo y una nube inmensa cubrió el sol. Las personas no olvidarán nunca ese momento en el que el polvo entro en sus pulmones para liberar el cuerpo de su maldad.
En dos días que duró ese falso anochecer, todas las personas dejaron de ser animales para transformarse en seres humanos.
El continente americano dejó de ser un campo de batalla para convertirse en un antro de paz que ahora intentaremos convertir en un paraíso donde la armonía entre las personas será ley de vida.
Cinco años que el continente estaba cortado del mundo por un fallo tecnológico. Me acuerdo como si fuera ayer. No, fue ayer cuando sucedió ya que para nosotros, que vivimos en ese estado catatónico-animal, esos cinco años han desaparecido de nuestra memoria. Tan sólo sabemos lo que ha pasado por los informes e imágenes difundidas tras nuestro despertar.
Como decía, me acuerdo como si fuera ayer del inicio de esta pesadilla. Para mí duró tres días. Tres días en los que vi transformarse la gente al mí alrededor. Desde el primer momento la alarma se puso en marcha y el gobierno puso todos sus medios para informar a la populación que un virus se había escapado del centro técnico-biológico. Como de costumbre, el lugar donde se encontraba el centro quedó en secreto.
Pero el anuncio fue nacional. Pedían a la gente de encerrarse en sus casas hasta el fin de la alerta. Que había que encerrarse en casa lo más herméticamente posible.
Pero había que salir, para comprar comida antes de encerrase y así pasó la contaminación. La incubación era de entre 2 horas a 3 días. Pero durante la incubación la persona podía contaminar. Y así es como creo que nos contaminamos en la familia. Fui con el hijo de mi hermana a comprar lo poco que quedaba al supermercado. Allí vimos los primeros casos de la enfermedad ahora llamada de la muerte. La gente empezaba a tener crisis violentas y tras ellas se volvían violentos, susceptibles, orgullosos. Vimos así las primeras peleas entre enfermos o entre enfermos y guardas de seguridad o policías. Guardas y policías que pronto se transformaron ellos mismos en enfermos. Y así vimos en el camino de vuelta las primeras muertes y cómo se constituyeron los primeros grupos ‘animales’. Los policías locos por un virus escapado de un centro gubernamental disparaban a las personas que no les obedecían, sin discriminación.
Conseguimos pasar, todo fue bien y llegamos a casa con suficiente comida y agua para una semana. Eramos tan sólo cuatro, mi padre, mi hermana y su hijo y yo.
El primero en caer enfermo fue mi padre. Menos mal que ya estaba en el fin de su vida. La enfermedad se lo llevó. No pasó de las primeras convulsiones.
Como lo ordenó el gobierno sacamos el cuerpo a la calle. No vimos quien se lo llevó, pero ahora se como acabó.
El segundo en caer fue el hijo de mi hermana. Tuvo las convulsiones la segunda noche. Por ello no le oí llegar a mi habitación. Pero mi hermana sí. Paró su brazo en el momento en que iba a apuñalarme. Le quitó el cuchillo. Esto le llevó a ponerse furioso contra ella, no solamente contra mí. Nos empezó a acusar por la muerte de su padre y de otras muchas cosas que incluso hoy no tengo fuerzas para repetir.
Tras ello, se encabritó y salió corriendo a la calle. No lo he visto desde entonces y creo que ya no lo volveré a ver.
Después fue mi hermana. En la mañana del tercer día empezaron sus convulsiones. Para entonces ya sabíamos que en la calle las bandas de ‘animales humanos’ se organizaban. Las casas eran atacadas. Mis vecinos acabaron devorados. Eso nos salvó a mi hermana y a mí ya que saciados salieron del edificio. Hoy estoy contento de vivir en un tercero.
Viendo eso, la até para que no me atacara. La mantuve así hasta que me volví como ella. A partir de ahí no me acuerdo de nada hasta esa mirada al cielo en el que le vi, El, el ser humano que viene a recuperar a los suyos.
No quiero imaginar como acabó mi hermana. Espero no haberle hecho nada. Pero hoy, hoy es el último día de festejos. Es el fin de un calvario que ha durado 5 años. Otro día les contaré como fue la vida aquí en América en esos 5 malditos años según testimonios recogidos por los científicos mundiales que buscaban una solución.
Pero ahora les dejo. Me voy a descansar. Por que bien que mi cuerpo en estos 5 años se haya vuelto duro como la roca y mi condición física sea inmejorable, tres días sin dormir, tres días de festejos, fatigan a cualquiera.
Síndrome catatónico:
El primero en usar el término «catatonia» , fue Karl Ludwig Kahbaum en 1868, quien la definió como una enfermedad cerebral de curso cíclico y alternante, manifestándose como un «complejo sintomático», dentro de los cuales consideraba el negativismo psicótico, la catalepsia (manutención tónica prolongada de una posición incómoda colocada por el examinador) verbigeraciones (repetición de palabras y frases sin sentido), mutismo, esterotipias, posiciones bizarras y síntomas musculares como rigidez y espasmos. En su curso, habitual y consecutivamente aparecía melancolía, manía, estupor, confusión y eventualmente demencia. Otros autores complementan esta descripción con observaciones tales como «obediencia al mandato», «flexibilidad cerea», «almohada psíquica», etc.
Síndrome catatónico-animal
Término inventado en 2017 por Igor Vitnem Joye, quién lo definió como el estado animal extremo de una persona producido por contaminación viral. Tras una fase catatónica extrema el ser humano se ve atrapado por su condición animal más primitiva. El enfermo encuentra sus instintos básicos. Los estudios han demostrado que varios enfermos juntos van a proceder a la instauración de un microsistema de agrupación animal con la elección de un jefe. Es entonces donde los síndromes de ‘obediencia al mandato’ y ‘flexibilidad cerea’ son un elemento esencial en la creación del grupo.