Corría el año 404 a.C, Lisandro hacía su entrada triunfal en el Pireo. Con este acto se confirmaba el fin de la supremacía de Atenas para siempre.
Si para muchos con la desaparición de la ciudad empezaba la libertad para Grecia, para los atenienses y en particular para los soldados atenienses comenzó un largo periodo de angustias y desazones. Incluso para aquellos que, como él, cansados de tantos años de destrucción y matanzas, habían liderado el asesinato de Cleofón.
No podía ser de otro modo. La historia sería contada por los victoriosos espartanos y los cuentos e historias que pasarían a la posteridad serían alabanzas hacia el pueblo enemigo que los había destruido. Y él, que había acelerado la derrota para salvar lo poco que quedaba de Atenas tras el sitio de los espartanos de Lisandro, tenía que mendigar para sobrevivir.
Era uno de tantos soldados profesionales atenienses que tuvieron que dejar las armas y aprender a vivir como un ciudadano en tierra conquistada. Más aún bajo el mando de los Treinta Tiranos.
Si para muchos de los suyos era un héroe por la pequeña rebelión que llevó a cabo, para otros tantos era un traidor a Atenas y maldito de los dioses por ello.
De una manera u otra su suerte estaba echada. Su familia estaba en la ruina y él en la calle sin un dracma en la bolsa. Sólo tenía el óbolo colgado del cuello como buen soldado. Óbolo que se resistía a utilizar ya sea por miedo a no tener con que cruzar la laguna Estigia o por perder lo poco que le quedaba de aquella vida de lujo y libertad.
Fue un buen hoplita, un buen tetrarca y al final de la guerra en las últimas batallas, un buen sintagmatarca, o eso esperaba. Ahora sólo esperaba tener la oportunidad de devolver las aguas a su cauce y que la democracia volviera a su ciudad.
Las guerras nunca fueron, son ni serán buenas, y él que ayudó a poner fin a una de las más sangrientas, estaba ahí andando con las suelas desgastadas, en una de las calles de una Atenas en ruina. Y tuvo suerte de no morir de la espada como enseñaba cabritius de grepolis:
Vive en la tierra como desees que te quieran. Tus actos te definen, no dudes que si vives con la espada como amigo, morirás por culpa de ella. La espada te da riquezas, la tierra te da de comer y te hace fuerte
- ¡Ey, soldado!
Lo sabía, era la muerte que lo llamaba.
- ¡Ey!
Se acercó al ciudadano. Por su porte parecía espartano. Uno de los colonizadores. Uno de los que Esparta dejó al mando de la ciudad mientras. Uno afín a los Treinta Tiranos.
- ¿Eres tú al que llaman “salvador”, por llevar a la muerte a Cleofón?
- Asi es ciudadano, y da igual la suerte que creas que me darás, me defenderé hasta el último aliento
Y el cuerpo siguiendo a la palabra se preparó al combate, sacando de su funda la xifos que tantas batallas había conocido.
- Oe! Salvador. No vengo a luchar contra ti, más bien a proponerte ayuda y trabajo.
- Habla rápido que aquí los muros tienen orejas.
Una post guerra donde los vencidos son aplastados sólo preparan el camino a una revuelta porque los domados más tarde o más temprano se levantarán ante la injusticia viendo que es más honroso morir luchando que vivir arrodillado. Ya lo decía Cabritius de Grepolis:
Se humilde en la victoria, ya que, igual que tras la tormenta llega el buen tiempo, tras la calma puede llegar el huracán. Por eso tras la victoria no seas pavo real, disfrútala, pero se consciente que aquel al que has vencido o tu nuevo enemigo estarán ahí esperando su oportunidad. Y como te pavonees de la victoria, te aplastarán en la derrota.
Trásibulo acababa de empezar a reclutar los que serían sus hombres de confianza, con los que acabaría derrocando a los Treinta Tiranos y devolviendo la democracia a Atenas.
Una post guerra es un período crítico que muchas veces los vencedores no saben gestionar. Como el que se espera un no como respuesta por la responsabilidad que conllevaría el di. Cabritius lo resume:
El miedo en el Amor no es que el otro te rechace, sino que te acepte. El que te acepte conlleva la responsabilidad de la respuesta
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Las notas de Cabritius de Grepolis están sacados de los Notas y Cuadernos De La Mar