Estamos en un periodo que nos debería llevar a meditar. Los políticos, los jóvenes, la población entera están rumiando la desesperación de estar encerrados por culpa de un enemigo invisible. Un estado barroco, donde las soluciones se toman en un ambiente cargado por la egolatría y narcisismo de unos pocos.
Corremos eso sí, desesperados, ante la única solución que daría fin a esta vivencia: la famosa inmunidad del rebaño. Porque es así como tratan a la población. No somos una nación, no somos un pueblo, somos un rebaño que sigue a una clase autoritaria que pasa más tiempo a enviarse frases a la cara que encontrar soluciones a los problemas de las personas de a pie. Todo ello desde la tranquilidad de sus mansiones, luciendo sus piscinas y jardines, en un acto de poderío malsano mientras se creen en el derecho de hablar de lo mal que está el ciudadano.
Y mientras criticamos a esos dirigentes, algunos siguen a sinvergüenzas que ven la juventud malcriada como un pozo de ganancia para su idiosincrasia. Rompiendo, quemando toda su frustración mental en las calles de su hogar. Olvidando que, al volver la luz, siguiendo ese camino solo verán las cenizas de su pubertad sin fin.
En estos momentos en los que pasamos por la vida como una piara sin gobierno, nos olvidamos de esa generación que nos hizo llegar hasta hoy. Esa generación que tiene la enseñanza de la vida en sus venas. Nuestros ancianos, aquellos que nacieron a mediados del siglo XX y que de esos años trae su sufrimiento y sus alegrías. Y en vez de aprender de ellos, en vez de escucharlos y poner en práctica sus enseñanzas, los encerramos y los tratamos como números en una gráfica estadística.
A mediados del siglo pasado no había ese bichito invisible, no había esa mascarilla protectora. Solo había una generación que intentaba salir adelante en una época de miseria. Una década en la que la imaginación se trabajaba y hacía entrar a España en una nueva era con los pactos de Madrid. Un tiempo donde el fútbol ya cubría las noticias de su verdoso halo sólo acompañado por el águila de Toledo. Pero había lucha y coraje de una nación, de unos pueblos, que hacían de su casa su hogar y de su opinión su lucha. Combate sin ruido con el que esos héroes sin nombre han conseguido las personas sean quien sean tengan los mismos derechos.
Deberíamos meditar en eso, en esa lucha diaria, silenciosa, que ha obtenido a la larga más beneficio duradero que esas guerras, peleas, destrozos, gritos, chulerías que nos llevamos desde hace días, semanas, meses… Como un Renekton en su máximo esplendor, deberíamos dar caza a esos presuntuosos ecpáticos y honrar a esa generación, no sólo vacunándolos para que no sean unas estadísticas más en las muertes glorificadas de los telediarios, sino meditando el cómo nos han dado la oportunidad de vivir en una península donde las personas tienen el mismo derecho sean de derechas o de izquierdas, del color y opinión.
Desde una playa de Calpe a uno de los acantilados de Finesterre, desde la frontera con Andorra a la valla con Gibraltar, sin olvidarse de las Islas, o las comunidades de Ceuta y Melilla meditemos en como salir de esta sin que el bichito se vea arropado es su evolución con el destrozo y el desorden.
Pensemos desde el respeto y la empatía y seamos un país arropado por personas que han aprendido de su pasado y donde pueblos de diferente idioma hablan el mismo lenguaje: el de la vida, el que nos enseñan nuestros mayores.
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Un poco de información: Los difíciles años 50 https://es.wikipedia.org/wiki/A%C3%B1os_1950 https://elsiglodeuropa.es/la-vida-cotidiana-en-unos-desconocidos-anos-50-en-espana/ https://www.infolibre.es/noticias/verano_libre/2016/08/24/anos_50_53850_1621.html Los pactos de Madrid https://es.wikipedia.org/wiki/Pactos_de_Madrid_de_1953
Pequeña aclaración: En este caso, doy la información obligada de aparecer tras el post porque la improvisación salió del alma. De la “hartura” de la situación. Por mi parte, trovador en el alma, que pena tener que hablar de jóvenes moldeables por personas ególatras y ecpáticos. Que miedo por ese futuro en el que los tuertos serán reyes y donde la ignorancia es premiada en son de unos pocos. Que miedo que las mentiras, las promesas incumplidas son premiadas antes que el esfuerzo y el compromiso. Dicen que en aguas revueltas ganancia de pescadores. Cuanto pescado está siendo arrastrado al fondo de las esperanzas perdidas. Menos mal que la vida te da sorpresas y este texto se lo dedico a quienes me han pasado estos tres puntos obligados porque demuestran que en siempre hay esperanza. Años: Los 50 Tema: Qué pasa si meditamos Palabras: Renekton, piscina, Calpe, barroco y acto